El yacimiento de El Rebollar: un pueblo recupera su memoria perdida

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Vista general del yacimiento de El Rebollar, El Boalo

En el pueblo existía ya tan sólo un mero y pálido recuerdo que se había reducido a una placa de calle: «Cerrillo de la Ermita». Pero este topónimo, sobre el que ya casi nadie reflexionaba, sirvió al Equipo A de Arqueología como punto de referencia para excavar la memoria perdida de 1000 años de historia de El Boalo. A pesar de los expolios masivos de los últimos años mencionados por el alcalde del pueblo, hicieron unos hallazgos sorprendentes. He aprovechado el día de puerta abierta para enterarme de las novedades de la campaña de este año (habrá otra más el año que viene) y transmitirte lo que nos ha explicado Charro Gómez, codirectora del proyecto.

El yacimiento de la Ermita Nuestra Señora del Sacedal - El Rebollar, El Boalo
El yacimiento de la Ermita Nuestra Señora del Sacedal – El Rebollar, El Boalo

Una necrópolis a la que nadie presta atención

En realidad, todo el mundo en el pueblo sabía de la existencia de tumbas visigodas en el término municipal. Cuando yo llegué en los años 80, estaban a la vista en diferentes sitios del pueblo a cinco minutos de la plaza.

Ya en los años 60 se descubrieron unas 100 tumbas y sarcófagos del siglo VI y VII en el terreno que hoy es la Urbanización El Rebollar (ver página web del Ayuntamiento de El Boalo). En algunas encontraban restos óseos, esqueletos humanos y también ánforas de barro y monedas de cobre. Sin embargo, este hallazgo no despertó mucho interés.

En los años 90, cuando se proyecta esa urbanización en pleno boom de la construcción, los arqueólogos llevaron a cabo una serie de estudios para acotar el yacimiento. En la web del Ayuntamiento se indica que la mayoría de los restos fueron trasladados por parte de la Dirección General del Patrimonio. Pese a eso nadie sabe dónde se encuentran en la actualidad. Un indicio más de la falta de interés, por no decir desidia, por parte de las autoridades.

De ahí que no nos sorprenda que, entre la población, los objetos arqueológicos se consideraban como algo curioso. Sirven para adornar su propia casa o jardín. También se podía sacar algún dinerillo con ellos. Y el que, al encontrar restos al excavar los cimientos de su chalé, se callara para que no le paralicen las obras.

En 1998, por ejemplo, se podía leer un artículo en El País sobre la expoliación de dos tumbas. Se estima que al menos al 70 % de las tumbas les ocurrió lo mismo. Hace sólo pocos años había rumores acerca de alguien que se había llevado algún sarcófago. Las indicaciones todavía existentes en 2015 que señalaban el yacimiento fueron retiradas por el Ayuntamiento.

En definitiva: Se detecta el yacimiento, pero se construye la urbanización, reservando tan sólo una superficie de unos 2 m2 que era donde se supone podría haber una ermita, un lugar de culto, del que parecía no se conservaba nada. A partir de 2018 tienen acceso al terreno sólo los investigadores para la excavación de este nuevo proyecto.

Una corazonada inspirada por un cartel de calle

El nombre de la calle fue la primera pista - Yacimiento de El Rebollar, El Boalo
El nombre de la calle fue la primera pista – Yacimiento de El Rebollar, El Boalo

El Equipo A de Arqueología tenía dos pistas. La primera fue la calle donde se encuentra el yacimiento. Se llama «Cerrillo de la Ermita». El topónimo queda y nos dice que hubo una ermita. Ésta había desaparecido de la transmisión oral y del patrimonio histórico del municipio. Nadie de las generaciones anteriores la ha visto, pero la calle sigue llamándose «de la Ermita».

Así que, el objetivo del Equipo A de Arqueología, en colaboración con la Universidad Autónoma, fue, encontrar un espacio de culto. En concreto se buscaba una ermita, a la que la toponimia hacía referencia, y recuperarlo para el pueblo de El Boalo.

Los archivos revelan una segunda pista

La segunda pista fue proporcionada por los estudios documentales de Roberto Fernández en el Archivo Diocesano. En este archivo se guardan los documentos de la parroquia de Manzanares de la que depende El Boalo. Los archivos hablaban de que en las afueras de la población hay una ermita. En los documentos llaman a la ermita Nuestra Señora del Sacedal. La ermita funcionó hasta el siglo XVI. A partir del siglo XVII y, sobre todo, en el XVIII desaparece como lugar de culto. Esta conclusión se saca de los documentos que ubican la imagen de la ermita ya como un altar secundario en la iglesia de San Sebastián, la actual parroquia de El Boalo.

Parece que al dejar de tener culto y con el traslado de la imagen, se abandona la ermita. Después de eso, el recuerdo de ella se perdió rápidamente. Muchas de sus piedras han acabado en diferentes casas del pueblo.

Hasta el momento, los científicos no tienen ninguna explicación del porqué de este olvido tan rápido. Es tan sorprendente porque la ermita de Nuestra Señora del Sacedal era bastante grande para las circunstancias de la época.

El marco del proyecto

El proyecto surge en 2016. Formaba parte del proyecto de investigación del equipo de Arqueología de Poblamiento en la Antigüedad Tardía y la Edad Media en la cuenca alta del Manzanares. Se investigaron varios yacimientos en nueve municipios, incluido el de El Boalo.

Se presentó una propuesta al ayuntamiento. Este preveía una cooperación institucional, municipal y académica muy estrecha. Se incorporaron al proyecto el Centro de Estudios de Arqueología de la Universidad Complutense y el Departamento de Prehistoria de Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid. Su profesor Javier Salido Domínguez es codirector de este proyecto. El equipo también cuenta con el asesoramiento científico de la profesora emérita Carmen Fernández Ochoa. Supervisa y apoya la interpretación de los resultados.

Entre arqueólogos, conservadores, historiadores, estudiantes y voluntarios han llegado a trabajar en las excavaciones hasta 40 personas en una sola jornada.

El proyecto adopta el modelo de trabajo que el equipo A desarrolla desde hace varios años. Se trata es la arqueología de público. La idea es abrir la investigación a los ciudadanos. Se pretende que participen directamente en el (re)descubrimiento de sus propias raíces. Se quiere que sepan cómo trabajan los arqueólogos, cuál es su método, cómo llegan a hacer historia a través de esos pequeños o grandes objetos que van recuperando.

El viaje del descubrimiento al pasado comienza

Estudio de georradar del yacimiento de la Ermita Nuestra Señora del Sacedal - El Rebollar, El Boalo
Estudio de georradar del yacimiento de la Ermita Nuestra Señora del Sacedal – El Rebollar, El Boalo

El Centro de Estudios de Arqueología de la Universidad Complutense hizo un estudio con georradar. Esto es una especie de cortacésped que va emitiendo una serie de ondas, levantando un plano de aquellas estructuras que puede detectar. No siempre encuentra todas, pero es un primer paso para poder trabajar.

A partir de ahí comienza el año 2018 una primera excavación planteada sobre el área que más interesante parecía dentro de lo que había señalado el georradar.

El descubrimiento de la ermita

En la actualidad se han desenterrado unos 14 metros de largo por 7 metros de ancho de la ermita. Según el estudio georradar, sus dimensiones son mucho mayores. La parte más amplia detectada por el georradar se reserva para la tercera campaña de 2020.

Por lo que se ha descubierto hasta ahora, el edificio está compuesto por una única nave de planta cuadrada con un ábside. A lo largo de los siglos, la ermita fue reformada varias veces. De ahí que aparecen estructuras en su interior que aún se deben estudiar. Entre ellas un cuadrado de granito justo en el centro de la nave o una gran losa bajo el altar.

Desde la cabecera se accede por los escalones a la nave, el cuerpo principal del edificio. La nave se encuentra un poco más bajo que la cabecera. Es el nivel de suelo que se pisaría en el siglo VII. Por debajo de ese suelo están talladas en el granito del cerro las tumbas que se pueden ver alrededor.

La estructura es en principio una cabecera cuadrada con un suelo de mortero de cal. Entonces la cal era el cemento que se usaba como el mortero hasta el siglo XIX cuando se inventó el cemento. Se elabora a base de piedras calizas que se queman para obtener la cal. Con ello se ahorraba en el solado. Se cree que la cal también cubriría las paredes porque ha aparecido un resto pequeño en la pared este.

Charro Gómez explica la cabecera de la capilla - Yacimiento de El Rebollar, El Boalo
Charro Gómez explica la cabecera de la capilla – Yacimiento de El Rebollar, El Boalo

Los arqueólogos piensan que también la nave estaría revestida, aunque en este caso se ha conservado mucho peor. En la cabecera cuadrada hay una piedra que está colocada adosada al muro. Aquí se encontraba probablemente el altar.

La ubicación del altar se deduce porque la iglesia dice la misa de espaldas hasta los años 60 del siglo XX. Es a partir del Concilio Vaticano II cuando cambia la mentalidad de la iglesia y se vuelve hacia los fieles. Es cuando los altares se trasladan al centro del presbiterio que sería otra parte de la cabecera. Hasta entonces todos los retablos y los altares están colocados en el muro este, porque las iglesias tienen siempre esta orientación.

El extremo de la cabeza está orientado hacia el amanecer. Aquí se estableció el mismo criterio que en los cementerios, que se pueden encontrar en y alrededor de las iglesias. La gente fue enterrada con la misma orientación. La cabeza al oeste y los pies al este, de manera que el día del juicio final y de la resurrección de los muertos, cuando se levantaran de sus tumbas, lo primero que vieran sería a Dios, la salida del sol y el altar.

La ermita de Nuestra Señora del Sacedal institucionalizaba una vía de comunicación milenaria

La ermita se levantaba sobre un cerro desde donde dominaba el valle. Es un sitio emblemático, una especie de punto de referencia de la región. En el valle confluyen los arroyos del Herrero, del Cerrillo y Samburiel. Al fondo del valle transcurre el paso principal de la Cañada Real Segoviana que es una vía de comunicación de la Edad Media. De este modo, la ermita institucionaliza una vía de comunicación milenaria que viene desde la prehistoria. Por ella transitaba gran parte de la gente que vivía en la sierra y explotaba la Sierra del Guadarrama.

La importancia de las sepulturas

En las excavaciones que se hicieron con la construcción de la urbanización, el cementerio llegaba a abarcar una parte mucho mayor que esta colina.

En la nave se han encontrado una serie de sepulturas. El año pasado, prácticamente terminando la campaña, apareció la primera. Es la que se ve en las fotos con una manta antirraíces de color negro con las losas encima.

Hay una ordenación del espacio a la hora de establecer las sepulturas. No se colocan las tumbas como a cada uno le parece, sino que están colocadas en hileras.

Tumba en el centro de la nave - Yacimiento de El Rebollar, El Boalo
Tumba en el centro de la nave – Yacimiento de El Rebollar, El Boalo

El tipo de tumba sería similar a la pequeña que se ve en el centro. Hay diferentes maneras de enterramientos. En estas excavaciones se aprecian tres o cuatro diferentes. La tumba del año pasado y la actual son piedras que se van colocando en una fosa que se excava de manera que forma una caja. En ella se colocaron los restos mortales. Luego lo cubrieron con losas. Estos eran de diferentes tamaños y consistían en varias partes. En ocasiones no son varias losas, sino sólo una grande.

Otro tipo de tumba formaron los sarcófagos. Bajo un tejadillo se expuso el primero de los que se descubrieron durante las excavaciones.

Informaciones de vecinos y de personas relacionadas con la obra nos hablan de alguno más que pueda estar recogido en alguna casa o que se ha podido perder.

Sarcófago - Yacimiento de El Rebollar, El Boalo
Sarcófago – Yacimiento de El Rebollar, El Boalo

Este año los arqueólogos han tenido la inmensa fortuna de encontrar dos sarcófagos más. Uno excepcional muy bien conservado que es el de la foto. El segundo está un poco deteriorado.

¿Qué nos delatan las tumbas y sarcófagos?

Este primer sarcófago apareció cubierto por una losa. Es una pieza excepcional que mide 220 cm de largo por 70 y 50 cm de ancho. El grosor de la lápida en los extremos es de 5 centímetros y de 8 en el centro. Está tallada con forma de tejadillos a dos aguas y tiene una labra excepcional. Esto nos indica que las personas que se enterraron aquí tenían más disponibilidad económica porque tallar losas de este tipo para un enterramiento era muy caro.

Debajo apareció un sarcófago que tiene también unas características muy peculiares. En él estaban enterrados dos individuos.

Foto del Equipo A con los restos de dos personas en el sarcófago - Yacimiento de El Rebollar, El Boalo
Foto del Equipo A con los restos de dos personas en el sarcófago – Yacimiento de El Rebollar, El Boalo

El primero de ellos parece ser una mujer. Cuando la segunda persona fue enterrada, al menos algunos de los huesos de la primera fueron retirados. Entonces colocaron la segunda persona. Finalmente, el resto de la primera persona fue puesto en sus pies.

Además, encontraron un elemento que llaman los arqueólogos «ajuar». Los ajuares son aquellos objetos que acompañan el cuerpo a la hora del entierro. En este caso es una pieza cerámica que tiene forma de botella con el fondo plano con dos asitas. El cuello es muy estrecho. La pieza constituye un elemento que no tenían documentado en la Sierra de Guadarrama todavía, aunque es muy frecuente en los enterramientos de los siglos VII y VIII (del 656 al 727d.C). Las botellas aún no han sido abiertas y conservan su sellado original.

Todos los datos nos llevan a la Alta Edad Media

Los arqueólogos ya obtuvieron dos datos que nos llevan a esa cronología altomedieval. El año pasado, realizaron un análisis de carbono-14 en la tumba. Tenía una conservación excepcional. Esto se puede ver gracias a este sarcófago. Este yacimiento permite a los arqueólogos realizar estudios sobre los individuos porque se conservaron muy bien. Esto es muy raro en ambientes donde el suelo es de granito, ya que es muy ácido y ataca muy fuerte la materia orgánica.

Normalmente los resto encontrados están muy deteriorados o simplemente no se encuentran porque se han deshecho. Según Charro Gómez, esta botellita nos lleva también a finales del siglo VII, principios del VIII, de acuerdo con los datos que el carbono-14 arrojó sobre el primer individuo. Pero incluso el mismo ritual nos lleva también a esa fecha.

El segundo sarcófago está bien conservado, así como el esqueleto. El sarcófago estaba cubierto por una enorme losa todavía más grande que la primera. Desgraciadamente, al levantar la losa para ver la tumba, se abrió por una grieta que tenía de antiguo, lo mismo que sucedió con el sarcófago. Parece que hubo un hundimiento en el terreno que hizo ceder la cabecera del sarcófago y ceder a la losa.

Del individuo que estaba dentro, todavía no se sabe con seguridad si es hombre o mujer. En este caso no llevaba una botellita, pero si un anillo en un dedo de la mano izquierda. Ese anillo salió sólo 4 días antes de la visita y tiene un chatón que es la parte circular o cuadrada de los anillos que se había desprendido del aro. El chatón tiene unos grabados. Ahora se está limpiando. Después se restaurará y se estudiará. El tipo de dibujo que tiene está hecho con instrumentos que nos traslada otra vez al siglo VII u VIII. Lleva unos cuños triangulares que forman un dibujo.

El equipo de arqueología del Ayuntamiento, la Universidad Autónoma y el Centro de Estudios Arqueológicos de la Complutense se ve aumentado con la colaboración del equipo de Antropología de la Facultad de Biología de la Universidad Autónoma. En la visita nos acompaña Armando que es el jefe del equipo de antropólogos que ha colaborado en esta excavación.

Para ellos es importante la colaboración en este yacimiento porque les da la posibilidad de trabajar con los individuos. Habitualmente, los arqueólogos les entregan en el laboratorio los restos metidos en una bolsa. Aquí son ellos mismos los que sacan la información, no solamente del individuo, sino de su posición, sus medidas y un montón de datos más. De esta manera les es más fácil ayudarnos a entender esta segunda campaña que se realiza en la ermita.

Aún en la Edad Media, los bebés tenían que sobornar a San Pedro para pasar al paraíso

Con la segunda campaña, los arqueólogos empiezan a entender un poco mejor esta ermita. Tienes la sensación de viajar de regreso a la Edad Media. En la zona delante de las escaleras, donde está el muro y que es un poco posterior, han aparecido hasta 10 perinatales. Perinatales son los niños que nacen muertos, mueren al nacer o a los pocos días. Son bebés chiquititos que fueron enterrados colocados como manda la iglesia, con la cabeza al oeste y los pies al este. Todos se concentran en esa zona.

En la mayoría de los casos no tenían una estructura como las lajas o sepulturas, pero sí estaban enterrados con cuidado. En dos casos, quizá en alguno más del año pasado, que no supieron ver bien, los bebés estaban acompañados de una moneda en la mano.

Monedas de los bebés para sobornar a San Pedro - Yacimiento de El Rebollar, el Boalo
Monedas de los bebés para sobornar a San Pedro – Yacimiento de El Rebollar, el Boalo

Esas monedas son del reinado de Juan II (1405-1454), de la primera mitad del siglo XV. Esto es algo curioso ver cómo la gente en el siglo XV todavía mantenía esta superstición. En aquella época, la iglesia prohíbe que se entierre nadie con nada. Al cielo se va con lo puesto que era un sudario o un hábito de una orden religiosa. Pero esta gente todavía coloca una moneda en la mano de estos niños para que, si está San Pedro en la puerta del cielo y les pide las monedas para poder entrar, puedan acceder al paraíso.

Esta costumbre se remonta a los griegos, y más tarde a los romanos y se basaba en la creencia de que para ir al paraíso, teníamos que atravesar una laguna en la que sólo había una barca. El barquero llamado Caronte exigía un pago para pasar. Si no le pagabas, te dejaba caer al agua donde estaba el inframundo.

Por lo tanto, la gente del pueblo cultiva tradiciones de muchos miles de años. Aquí podemos ver que en el siglo XV esta creencia todavía se conservó. La gente cuidaba a sus pequeños, de tal manera que, a pesar de que vivieran muy poco, o no llegaron a vivir, les aseguran la entrada en el paraíso.

De ermita a cuadra

En una exposición preparada sobre el terreno, los visitantes pudimos ver en unas vitrinas los materiales encontrados este año.

Contenía algunas piezas singulares y más destacadas, como esas monedas de los bebés o alguna otra que ha aparecido. Estos objetos nos dicen que la zona se ha utilizado durante muchos siglos y la seguimos aprovechando hoy en día. Ahora se sabe que también se mantuvo ganado aquí. Se encontraron mandíbulas de ternera, parte de un caballo y de ovejas. Todo ello nos muestra que, en un momento dado, cuando este edificio deja de usarse como lugar de culto, pasa a ser probablemente un lugar agropecuario relacionado con la ganadería y animales.

¿Y dónde estaban los árabes?

El yacimiento de la ermita de Nuestra Señora del Sacedal nos descubre una gran mezcla de creencias romanas del periodo tardo antiguo, prácticas visigodas y cristianas. Lo que a mí me sorprendió es que, excepto los cinco dírhams de plata fechados a inicios del siglo IX encontrados en el interior de la nave en 2018, no se ha encontrada nada más de la presencia de los árabes en la zona. Charro Gómez supone que aún no hemos sido capaces de buscarlos adecuadamente. Cada cultura tiene sus propias formas de hacer las cosas. Por tanto, necesitamos también diferentes métodos para encontrarlas. La acidez del terreno debido al granito también puede haber contribuido a que los restos desaparecieran.

¿Cuáles han de ser los próximos pasos?

Después de la segunda campaña el yacimiento se cubrirá con óxido de silicato y tierra para evitar su degradación por los cambios de temperatura. En el verano de 2020 se realizará una tercera campaña. La idea es que en un futuro el yacimiento sea visitable y que tenga una señalización propia. Pero esto dependerá de los recursos económicos disponibles que suponen un gran esfuerzo para un pueblo tan pequeño.

7 aprendizajes del yacimiento

1. Una cosa está clara y es casi una obviedad: Si eres rico, incluso después de muerto, estás más protegido. Se te respeta más y perduras más. (Otra discusión sería, si eso es realmente deseable.) Es más difícil que te expolien la tumba.

2. Gracias a esta perduración, hoy podemos saber más sobre nuestros ancestros que vivieron en nuestra tierra.

3. De los hallazgos podemos deducir que la gente que vivía en la Sierra de Guadarrama, al menos aquellos que vivieron en la zona de El Boalo, deben haber vivido en una comunidad bastante unida, a pesar de que eran pocos (¿o justamente por eso?).

De la neurobiología sabemos que las personas que se sienten muy unidas con su comunidad son menos manipulables. Sólo así me explico que se han podido mantener creencias milenarias como la moneda o las botellitas como óbolos para San Pedro. Date cuenta de que estas creencias han sobrevivido al menos 400 años de presencia musulmana y después la fuerte presión de la iglesia. Las monedas de los bebés proceden de una época poco antes de la fundación de la inquisición.

4. La gente de esta región de ganaderos era pobre. Por eso sus cosas desaparecieron más rápido. Por la falta de recursos tienen menos protección contra la acidez del suelo. Por tanto, no las vemos y, en consecuencia, no nos llegan a la consciencia. Solo el que sabe escuchar a los habitantes se puede percatar de las tradiciones que aún perduran y de la historia.

5. A veces, si sabemos que ha habido un cambio de culturas, igual tenemos que cambiar nuestra metodología de buscar su testimonio y aprender de ver las cosas de otro modo.

6. A veces pensamos que lo que nos encontramos en la calle, o lo que es de todos, no es de nadie. En consecuencia, nos vemos en el derecho de poder apropiarme de ello.

Sin embargo, debemos tener claro que no somos especiales por lo que poseemos, por cuidar sólo de lo nuestro y exhibir objetos de valor. Somos seres únicos por haber crecido en nuestra familia, en una determinada región y la gente de nuestro entorno. Esto es lo que crea identidad y que nos distingue y aporta verdadera riqueza.

7. Estos hallazgos no sólo nos ayudan a recuperar el Patrimonio de esta tierra y el conocimiento de este por parte del conjunto de la sociedad. Contribuye a que conozcamos el pasado de nuestra cultura, que nos une con la sociedad en la que vivimos. Esto es vital para entender el presente. Sólo así nos podemos proyectar en el futuro como personas íntegras. Esta proyección pasa por la asimilación de un cruce de culturas y creencias a veces difíciles de desentrañar.

Espero que mi post sirva pare divulgar estos conocimientos y hacer crecer la conciencia de que vale la pena conservar y cuidar dicho patrimonio. Ahora es nuestra responsabilidad proteger y cuidarlo.

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